miércoles, 24 de septiembre de 2014

SIN PENSARLO


Desde que algún sinestésico añadiera el adjetivo "chillón" al color verde, hay un verde que chilla en las paletas de colores. Y es que a algunas ideas sólo se las puede nombrar a través de las metáforas sinestésicas visionarias, resultados lingüísticos-estéticos de personas cuyos canales de información sensorial no están aislados (como en las personas "normales"), sino que interactúan y se desarrolla la capacidad de conectar diferentes sentidos. 

En mi anterior entrada hablaba de ese concepto del duende como un don misterioso, poderoso, que no se piensa sino que se manifiesta al vencer en una lucha cuerpo a cuerpo de creación en acto. Ese duende en el arte flamenco está enraizado con el telurismo andaluz. Si las musas (o númenes) dictan, los ángeles alumbran, este duende se manifiesta en la negritud que se sacude las tintas, se enreda cuerpo-voz-música con sombra, logrando que se funda la emoción del intérprete con la del espectador, el privilegiado receptor sinestésico. 

Un comentarista (el comentarista de Rodmania) lo asociaba a Érebo, en griego la deidad de la oscuridad, negrura o sombra, brindándome para la respuesta que yo nombrara al cantaor amigo de Lorca, Manuel Torres, y citara las palabras a partir de las cuáles desarrollaría el poeta su Teoría y juego del duende: "Todo lo que tiene sonidos negros tiene duende". 

Del comentario, la entrada. El sinestésico amigo del granadino creó esta metáfora para referirse a esto que suena.





Y como la Música y la Poesía van de la mano, y mis canales sensoriales o neuronales rara es la vez que dejan de interactuar, escucho a Falla y el duende me lleva en volandas a Aleixandre.


Corazón negro.
Enigma o sangre de otras vidas pasadas,
suprema interrogación que ante los ojos me habla,
signo que no comprendo a la luz de la luna.
Sangre negra, corazón dolorido que desde lejos la envías
a latidos inciertos, bocanadas calientes,
vaho pesado de estío, río en que no me hundo,
que sin luz pasa como silencio, sin perfume ni amor.
Triste historia de un cuerpo que existe como existe un planeta,
como existe la luna, la abandonada luna,
hueso que todavía tiene un olor de carne.
Aquí, aquí en la tierra echado entre unos juncos,
entre lo verde presente, entre lo siempre fresco,
veo esa pena o sombra, esa linfa o espectro,
esa sola sospecha de sangre que no pasa.
¡Corazón negro, origen del dolor o la luna,
corazón que algún día latiste entre una manos.
Beso que navegaste por unas venas rojas,
cuerpo que te ceñiste a una tapia vibrante!


La lucha cuerpo a cuerpo del duende en la Poesía.