martes, 8 de marzo de 2016

"17 INSTANTES DE UNA PRIMAVERA"


Es la primera vez que traigo una serie a Rodmania, a pesar de que en los últimos tiempos he seguido títulos de ficciones en capítulos que me han reencontrado con el formato. Series de máxima calidad que han dignificado a la pantalla de la TV (conectada) con productos en segmentos narrativos. Llegaron de la mano de fuentes que para mí son de máxima garantía, pero esta que traigo no sé ni cómo la encontré.

Por la casualidad o la causalidad que sincroniza un motivo y su efecto, el caso es que cliqué en un conjunto de palabras que desde luego invitaban por su sugerencia lírica, evocando la magnitud física del Tiempo en 17 temporalidades mínimas, casi imperceptibles del término "instantes" dentro de otra temporalidad, la estacional.



17 INSTANTES DE UNA PRIMAVERA



Cliqué en ese vídeo, sí era un vídeo, y encontré una obra de las de enjundia. Tanto, que no sé por dónde empezar, si por el autor de la novela en la que se basa, si por la cineasta, el actor principal, la historia y las leyendas que reúne tras de ella. Vamos por parte. 


17 INSTANTES DE UNA PRIMAVERA es una novela del ruso Yulián Semiónov publicada en la URSS a principios de los 70, en un momento en el que al género policíaco y detectivesco ya le había crecido la rama del espionaje y había dado las primeras obras desde Arthur Conan Doyle (El último saludo) y Joseph Conrad (El agente secreto), cuando a la novela negra se le le añaden los elementos contemporáneos de control de la información por la infiltración y la política en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial. Luego vendrán Graham Green (El tercer hombre, El agente confidencial, El americano impasible...) y culminar con John Le Carré (El espía que surgió del frío, El Topo, El Espía perfecto...). Ambos crearon a los agentes infiltrados en el espionaje de altura operando en este lado de "El Telón de acero" desarrollando sus misiones en el terreno abonado que dejó la Segunda Guerra Mundial, la otra guerra, la Fría. 



Al otro lado de la cortina, Yulián Semiónov, fraguaría la novela de espionaje soviética de culto. Curiosamente, el ruso y el británico Le Carré se llevan 9 días de calendario, ambos de octubre de 1931, y cada uno en su respectivos lados del muro generaron personajes de entre los más genuinos e inclusivos del género, por aportar a las historias de espías, además de las tramas complejas, el lado psicológico de estos personajes que manejan la información en una interminable partida de ajedrez: el lado humano e íntimo del espía. Ahora se me viene a la memoria El espía que llegó del frío con la cara de Richard Burton y veo más al hombre solitario, frustrado, desolado,  que recordar la misión que desarrolla la trama de la que es considerada por la crítica como la mejor novela de espías de todos los tiempos. Y desde sus inicios, literatura de espionaje y cine de espías de la mano, con "agentes" de máxima altura dando obras que se encuentran de entre las mejores de la Historia del Cine. 

Mientras los británicos quedaron seducidos por las misiones del bloque occidental con misiones de espionaje y contraespionaje como arma de información y control del bando soviético durante esas décadas de la frontera invisible entre los dos sistemas,  el ruso Semiónov retrocede en el tiempo y sitúa la misión de su agente, Max Otto von Stirlit, entre el 12 de febrero al 24 de de marzo de 1945, poco antes de la rendición de Alemania en la Segunda Guerra Mundial . Al protagonista,  un sovietespía que trabaja en la oficina central de la SD , se le encomienda comprobar las sospechas del régimen soviético sobre las negociaciones que pudieran estar protagonizando  líderes superiores del Reich paralelas a las batallas para un armisticio pactado de los alemanes con los Estados Unidos y el Reino Unido a espaldas del Kremlin. El agente Stirlit, instalado desde hace más de una década dentro del servicio de inteligencia de la SS, recepciona la misión y será el encargado de confirmar estas conversaciones y desestabilizarlas para los intereses del Frente del Este en este momento álgido de la contienda, y a más de esto, hacer valer la lealtad de Stalin con los aliados en la estrategia común y única de aniquilar al régimen nazi.



Yulián Semiónov tenía todos los resortes para dotar a su novela de ese carácter histórico y documental. Corresponsal que pasó por Francia, Alemania, Cuba, Japón, EE.UU. y América Latina; posteriormente por Afganistá, España, Chile, Cuba, Paraguay, rastreando a los nazis escondidos y a los líderes de la mafia siciliana, participando en las operaciones militares de guerilleros vietnamitos y laosianos. Una actividad novelesca y aventurera, estaba constantemente en el centro de los eventos políticos importantes de aquellos años de la Guerra Fría. 



Así, se convirtió en uno de los pioneros del periodismo de investigación. En los años 80 funda y preside hasta su muerte (1993) la Asociación Internacional de Escritores de Novela Policíaca y Política. Gracias al intérprete ruso-español, "el camarada Google",  parece que Semionov pudo investigar en los archivos "inaccesibles" de la KGB y que llegó a recoger información para esta serie narrativa del mismísimo Kim Philby, para John Le Carré la bestia negra del espionaje . O quizás  porque sería amigo de por vida del que fue su compañero de pupitre en el Instituto de Estudios Orientales de Moscú,  que llegó a ser jefe del espionaje ruso y canciller, Evgueini m. Primakov. Viniera de dónde viniera, el caso es que el periodista-escritor  tenía información de primera mano. 



En su suma y sigue, reseñar su pertenencia al Comité Internacional de Restitución de Tesoros Rusos a la Patria. Yulián Semiónov colaboró en las operaciones que permitieron a Rusia rescatar los restos de parte de la biblioteca de Serge Lifar y Serguéi Diáguilev, el maravilloso tapiz con la imagen de la familia real del Palacio de Livadia y muchos otros bienes culturales. Fue de enorme trascendencia el trabajo que desplegó para la búsqueda de la Cámara del Ámbar.


En el momento de escribir la novela, Semiónov ya estaba inmerso en los tiempos de cambio que anunciaban la Perestroika, y con su bagaje, sus contactos y su fluidez de pluma, se convirtió en la persona que le escribiría los discursos a Gorbachov. Me he quedado estupefacta con este personaje.



No he leído el libro, está en Hoja de Lata (2015), (cada vez tengo más la sensación de que hay personas para las que el día debe tener las horas de tres, como para este hombre, porque a mí, mis humildes tareas se me acumulan). No sé, quizás para el verano que cunde más el día. De momento lo que sí he visto es la serie de 12 capítulos de la cineasta también rusa, claro, Tatyana Lioznova, estrenada en la URSS en 1973.


Lioznova, Artista del Pueblo de la URSS, (se entiende que "de la casa"), pasó a la historia de la filmografía rusa por este trabajo. Tras haber leído un extracto de la novela de Semionov publicado en una revista, se valió de su cercanía al régimen soviético (se entiende que la cercanía al aparato era condición sine qua non de todo quisqui que produjera soviéticamente) y el Presidente del Comité Estatal de Radio y Televisión aceptó su propuesta  para rodar el proyecto.´

Y sinceramente, magistral el formato y el tratamiento de la narración que ha pasado a la historia de Rusia como la Madre de todas las series.



El producto fílmico es un pulcro ensayo cinematográfico de mestizaje histórico-documental y ficción, que sigue fielmente el denso guión del novelista. Escrupuloso al más estilo soviético, verán doce episodios de una historia  con incrustaciones de Historia gracias a las imágenes aportadas por el archivo documental de la guerra custodiado por el Kremlin y un desfile de personajes históricos del III Reich que interactúan en la compleja trama novelesca de la misión del agente Stirlitz y su equipo de la que no se pierde detalle por la impagable ayuda de la voz en off que ordena el tiempo interno de la narración (siempre en pasado)

Poco he podido saber de esta mujer, a trompicones de traductor, murió en 2011 y su otro trabajo más nombrado es Tres Álamos en Plyuschikha (1967), una historia de amor inspirada en la letra de una canción titulada " "Ternura" entre un taxista y una campesina casada . Si el camarada intérprete Google no me ha jugado una mala pasada, se trata de la Casablanca rusa que se ganó los corazones de la patria. La destacan por haber imprimido a sus trabajos la combinación de heroísmo y patriotismo con un tono lírico y sensible. Y desde luego en esta serie borda las dosis justas de este difícil cóctel de austeridad, precisión, acción y sensibilidad. 

Porque no se trata de un panfleto. Evidentemente cumple una función propagandística de enaltecimiento de una nación, que se irá desvaneciendo mientras el régimen envejece para quedar como una película de más de catorce horas con calidad y magisterio  per se. 

Con más thriller que aventura, con muchísimo más guión que poses, con perfección en el ritmo de aceleración y pausas, con unas interpretaciones sobresalientes, logra la condición de obra maestra de trabajo cinematográfico.

Stirlitz

Vyacheslav Tikhonovel, el más aristocrático de los príncipes rusos, (Andrei Bolkonski en GUERRA Y PAZ de Serguéi Bondarchuk)se convertirá con este papel en héroe nacional. El espía Stirlitz simboliza una imagen colectiva que se nutre de las historias de varios espías que trabajaron en misiones superiores en la parte alemana. Representa la victoria de la inteligencia rusa por el dominio de recursos psicológicos y analíticos, las conjeturas y coartadas en ese estado de paranoia que en esa fase de la contienda se encuentra todo el aparato nazi. Pero es el tratamiento del ser humano, del hombre ruso, el camarada Yustas, el que imprime al protagonista de ese sello sensible que lo aleja del histrionismo panfletario característico de las producciones de los regímenes totalitarios. Su compromiso, la asunción del deber no es solo con la nación. En el mismo rango se sitúa la responsabilidad para sus colegas, demostrando qué significa el término "camaradería" en toda su amplitud y en cualquier circunstancia. El episodio que aporta la acción y el afecto humano del agente hacia los camaradas amigos es un ingrediente novelesco que emociona por su conmovedora contención. Magistral la función del personaje que prolonga la cineasta y el trabajo de interpretación de esta actriz, Ekaterina Gradova.


Actor y personaje fundidos en la retina y psicología colectiva de millones de rusos que dejaban las calles desiertas en el horario de emisión de la serie año tras año los días en que el régimen festejaba la Victoria. Hasta tal punto se funden Vyacheslav Tikhonov con Stirlitz o se reencarnan mutuamente en el imaginario colectivo que, a la muerte de Viacheslav Tíjonov (2009), en su tumba la imagen a la que el pueblo rindió homenaje fue la del espía Max Otto von Stirlit colmado de floresNo sé si habrá en la historia un intérprete que haya sido despedido por un pueblo con los honores del personaje. Lo más cercano que yo he podido experimentar en este sentido fue en la reciente muerte de Omar Shariff, y creo que no es un sentimiento particular. Para millones de seres moría, una vez más como tantas y tantas que le quedará por perecer en la imortalidad, Yuri Zhivago sufriendo el infarto en el tranvía y yaciendo en el asfalto de Moscú. 


Pero el régimen se agotaba. Y cuando sintió que se tambaleaban sus cimientos, dejó de emitirse la serie. Y 17 INSTANTES DE UNA PRIMAVERA  se convirtió en una amenaza para el régimen, precisamente por el trabajo de la directora y de los intérpretes.  

Los lugartenietes del Fürer que desfilan no son tratados como alemanes con cuernos y rabos.  Porque no les hace falta disfrazarlos de crueldad ni de cinismo. Para eso está la función que cumplen las imágenes que muestran los archivos documentales. Los primeros espadas nazis también son hombres reflexivos, inteligentes, hablan de política con la misma altura y sospechan con la misma certeza que el ruso.  Y con los años, Stirlitz también empieza a descongelarse, y comenzará a representar a los rusos y rusas jóvenes, inteligentes, analíticos y sensibles que también viven entre semejantes igual de totalitarios, en las mismas condiciones de sacrificio que el agente secreto. Que ya son conocedores de los horrores del régimen soviético. Y entienden el código intercambiable de las esvásticas por el de las hoces y los martillos. Entienden las claves de otra misión clave. 

Aunque ya el Kremlin no la repuso más de forma institucional, quedó grabada en el la conciencia colectiva para convertirse en ese objeto de culto de una época y de un país.


El trabajo actoral de los intérpretes que dan vida a los alemanes es encomiable:  Vyacheslav Tikhonov, Leonid Bronevoy, Evgeni Evstigneev, Mikhail Zharkovsky, Oleg Tabakov, Nikolai Prokopovich, sobresaliendo entre ellos Bronevoy en el papel de Müller.





Un cura pacifista, un profesor, Berlín y Berna. Mucho café y mucho humo. Silencios y diálogos densos. Tensión y lirismo. 

Y la banda sonora, la música brillante y emocionante del compositor de origen armenio Mikael Tariverdíev, cuyo tema principal, Mgnovenia ("Instantes") es un poema del poeta   Róbert Rozhdéstvenski. Un elemento que la sublima y sintoniza con la poética del título. En otras variaciones, con otros temas del mismo compositor, dos temas de Édith Piaf, incluso jazz..., la música brilla por sí sola.

Eso sí, aviso que oír hablar en ruso a los alemanes tiene tela de guasa. Pero eso también formó parte de la victoria del bando del Este. Oigámoslo así. 

Si hay alguien interesado, por supuesto la versión en blanco y negro del 73. 

Para estos días, los mismos días de aquel calendario en la Europa donde la primavera asoma tan tímidamente que no sobra aun el abrigo y solo se atisba por el vuelo de las bandadas de pájaros coordinados en metafórica geometría y algún brote que rompe en las ramas.






Spasibo, Sttirlitz! 

Bolshoye spasibo, camarada Yustas!