domingo, 24 de abril de 2016

DE JUSTICIA CERVANTINA

Durante los últimos meses hemos podido escuchar o leer artículos y entrevistas, reseñas bibliográficas que han venido a formar un crisol de publicaciones con Cervantes como protagonista. Estudios o disquisiciones que abundan en el personaje siempre interesante y tan querido para los que se necesitaría otra vida o menos obligaciones para leerlas todas. 

Todo admisible e interesante, digo yo que sí. Pero en lo que he leído y escuchado como "nuevo", me atrevo a decir que se oculta una fuente prácticamente desconocida y que todos estos autores que se han acercado a Cervantes para aprovechar su "tirón" editorial en el 400 aniversario de su fallecimiento, la han tenido como referente. Y no la citan, claro.

Pero  Cervantes, entre la sátira y la ironía, mostró la más noble y sublime protesta contra la injusticia, y un acto de justicia sería la mayor gratificación a quien tan injustamente lo trató la vida. 

El primer acto de justicia vino de la editorial andaluza Almuzara cuando a finales de 2015 publicó una novela que se escribió en 1934, cuando escribir un libro era todavía el acto en el que radicaba el rasgo de distinción que separaba a los que dominaban la excelencia en el arte de la escritura literaria frente a los seres comunes que contribuían, en ese mito triangular de la prolongación del género humano, trayendo hijos al mundo y plantando un árbol porque se viviera en un entorno campestre. Hoy parece que es más fácil escribir un libro (por supuesto, editarlo) y buscar la perdurabilidad por la edición de algo y por las raíces de un árbol plantado por comunitaria labor para repoblar un bosque incendiado que tener un hijo, visto la ingente cantidad de escritores y escritoras que dicen tener "obra". Verdaderamente, lo más difícil, sacrificado y arriesgado en estos tiempos, es dejar tu obra magna por la descendencia genética.

Pues sí. Efectivamente, desde que me leí la novela en los días de vacaciones de Navidad, la he visto rodar por un montón de artículos y entrevistas. Así que es de justicia hablar de ella y de su autor.


De un alemán, Bruno Frank. 
UN HOMBRE LLAMADO CERVANTES  





Es lo mejor que se puede leer este año cervantino para con Cervantes, para con su autor alemán y para con una editorial que no sé si sobrevivirá a pesar de que ya es un referente cultural andaluz. Se cumple con ella con tres damnificados de muy diferentes épocas y circunstancias: Miguel de Cervantes (el inspirador), Bruno Frank (el autor) y Manuel Pimentel (el ex-ministro editor);  y de una forma grata, deliciosa y rica lectura, que es lo importante.

En Un hombre llamado Cervantes, Bruno Frank reconstruye a un personaje histórico abonado en vida para ser personaje principal  novelístico, Miguel de Cervantes. En una narración de corte histórico-biográfica dotada de aventura y expresividad, cuenta ágil y deleitablemente las aventuras y desventuras del estudiante de letras de Alcalá de Henares que se va a Roma a servir al Cardenal Acquaviva; luego soldado febril y temerario de Juan de Austria pero igual de amante de las letras en Lepanto; posterior prisionero de los turcos que sobrevive en Argel leyendo y escribiendo letras; que vuelve a su país pordioseando las secuelas físicas de sus hazañas y sus "pobres" letras; hasta que otra vez, preso en Sevilla, empieza a escribir El Quijote.

Recorriendo la crónica fascinante de la época, los lugares y personajes históricos y biográficos ligados a Cervantes, Frank nos muestra las huellas cervantinas como acicates de la suya propia como exiliado y héroe de fracasos. Por eso mismo esta novela respira vida. Y yo, en esta atalaya bloguera, me atrevo a decirles a todos estos autores que hoy firman ejemplare "cervantinos", que de ella han bebido para afirmar al "Cervantes" que firman.





Bruno Frank

Nacido en Stuttgart, murió  a los 58 años unas pocas semanas antes de terminar la II Guerra Mundial en Beverly Hills. En el exilio desde que Hitler mandara a quemar en Berlín, entre muchísimos otros, sus libros de ensayo, poemas o ficciones narrativas, que se pueden encontrar en mercado sobreviviente de viejo o esta novela que ya escribió en el exilio de California sintiéndose un Quijote cervantino de sueños de libertad y justicia aniquilados. 

Al día siguiente de esa famosa quema, Bruno Frank abandonó Alemania para no volver nunca. Primero anduvo por otros países de Europa hasta que recaló en California amparado por otros judíos que previamente siguieron la misma ruta, pero muy especialmente por su íntimo amigo Thomas Mann, que lo introduce en el gremio de escribas de guiones para Hollywood. Entre los créditos de El jorobado de Notre Dame (1939), Esmeralda, la zíngara (1939), La zarina (1945) o Cervantes (1967), lo encontramos. 

En esta novela que llama a Cervantes por su nombre, se palpa el autor en ese exilio interior y exterior como humanista en una Europa que se ha deshumanizado, el mismo sentimiento y la misma Europa de Reforma y Contrareforma que acompañó a Cervantes. Y en este sentimiento de desarraigo y fracaso heroico es donde Frank encuentra el universo cervantino para recrerar a Cervantes, para recrearse a él mismo y a la Europa fanática de Hitler con los ropajes de la de Felipe II.

No es por casualidad que en Alemania y en estos años de infortunio la figura de Cervantes cobrara la importancia que en su país natal aún no gozaba, y que el Quijote fuera más que un libro de parodia de los libros de caballerías y su héroe un jocoso, sabio loco aventuro de La Mancha. El gran idealista y "desfacedor de entuertos", se vuelve una figura emblemática para los intelectuales exiliados porque representa la azarosa e infortunada vida de toda esta gente que emprende la aventura del viaje forzoso y lleno de incertidumbres, se convierte por primera vez en la historia en el símbolo de la lucha por la libertad y la justicia. 


Bruno Frank es el otro caballero humanista del siglo XX, y por encontrar ese paralelismo entre las épocas y las vidas, comparando la limpieza de sangre del barroco con las pruebas de ascendencia aria exigidas por Hitler, con el sentimiento de ilusiones frustradas y desengaños propios, escribe a este hombre llamado Cervantes. 


En el año 1934 publicó Un hombre llamado Cervantes con un estilo narrativo exquisito, culto y erudito, digno de la dimensión de su protagonista. En ella el escritor alemán realiza una disección precisa del contexto histórico, las costumbres y las intrigas políticas del momento, dibujando con precisión los principales hechos históricos y el papel jugado por los personajes más importantes de la época. Una novela en la que no sólo cobran vida los personajes, sino también ciudades como Madrid, Roma o Argel, cuyas calles nos encontraremos recorriendo acompañando a Cervantes en sus aventuras y desventuras (las más).



Si yo escribiera una recreación biográfica de Cervantes, partiría de ese momento carcelario de felicidad tras el hallazgo del personaje Don Quijote. Lo anterior está escrito por Frank y así sería. La historia  del hombre que vive en la felicidad plena de la ficción que crea para vivir felizmente  y decir las verdades, para desfacerse de la vida y reírse a mandíbula con él mismo en su soledad con las mejores compañías y disparates verosímiles en la real paranoia; para hallar la sapiencia por lo pensado y vivido; para amar en el mito platónico del amor con la intensidad y poder de la mente que al cuerpo alcanza. Si Cervantes hubiera seguido siendo un desdichado en la última etapa de su vida, donde lo deja Bruno Frank, no se habría despedido tan felizmente de sus amigos como lo hizo en el prólogo de su obra póstuma,  Los trabajos de Persiles y Sigismunda, animosidad, sapiencia y dicha de vida que se rastrea en toda su obra, como en estos versos de La ilustre fregona. Se necesitaría otra vida para leer tanto y tanto tratado sobre Cervantes y su obra. Pero eso sería una vida muy aburrida. Yo la querría para reinventar esa vida feliz que le falta a Cervantes y convertir en risa tanto y tanto lamento cervantino, incluida su osamenta. Porque en sabiéndolo Constanza...



     ¿Quién de amor venturas halla?
          El que calla.
        ¿Quién triunfa de su aspereza?
          La firmeza.
        ¿Quién da alcance a su alegría?
          La porfía.
          Dese modo, bien podría
        esperar dichosa palma
        si en esta empresa mi alma
        calla, está firme y porfía.
             
        ¿Con quién se sustenta amor?
          Con favor.
        ¿Y con qué mengua su furia?
          Con la injuria.
        ¿Antes con desdenes crece?
          Desfallece.
          Claro en esto se parece
        que mi amor será inmortal,
        pues la causa de mi mal
        ni injuria ni favorece.
             
        Quien desespera, ¿qué espera?
          Muerte entera.
        Pues, ¿qué muerte el mal remedia?
          La que es media.
        Luego, ¿bien será morir?
          Mejor sufrir.
          Porque se suele decir,
        y esta verdad se reciba,
        que tras la tormenta esquiva
        suele la calma venir.
             
        ¿Descubriré mi pasión?
          En ocasión.
        ¿Y si jamás se me da?
          Sí hará.
        Llegará la muerte en tanto.
          Llegue a tanto
        tu limpia fe y esperanza,
        que, en sabiéndolo Costanza,
        convierta en risa tu llanto.


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