viernes, 29 de abril de 2016

LAS VERDADES DE "EL CABRERO": CONCIERTO DE UN CURRANTE.

Cuando yo era muy jovencita yo quería tener un novio tan guapo y que dijera tantas cosas como El Cabrero cantaba. Un muchacho así, que apuntara las maneras de ese hombre que yo veía en las portadas de sus discos que había en mi casa, con la mirada adormilá, barbas y pelos largos, con esas  planta y andares de cowboy "spaguetero". Como las amigas que juntaban estampitas de Miguel Bosé y Los Pecos, pues yo me decantaba por este perfil. 









Cuando lo vi y lo oí por primera vez en la peña flamenca de Albaida del Aljarafe (el último pueblo al norte de esta comarca sevillana donde teníamos nuestra otra casa, con mis padres que me llevaban a todos sitios aunque entonces estos lugares solo fueran de hombres y mu tarde), quedé tan fascinada como quedaría una fotógrafa francesa que pasó por estas tierras y terminó rodando un documental con El Cabrero como protagonista.

José Domínguez venía de Aznalcóllar, su pueblo, que se veía a lo lejos desde la azotea  de aquella atalaya aljarafeña como una isla de luz desde donde arrancaban las primeras estribaciones de la Sierra Norte, y si bajabas la mirada por la ladera  de aquella pequeña mancha lumínica, podías imaginar el curso del Guadiamar hasta unirlo con las marismas de Huelva recorriendo el miso curso del fandango. Entonces El Cabrero ya era un fenómeno social, ya despuntaba por su autenticidad, su personalidad de rebeldía intimista, su cante jondo puro y su compromiso con la tierra y con el pueblo. Ya había grabado discos, había recorrido media Europa, había ganado premios, era presencia fija en los festivales de flamenco de toda Andalucía y sus cantes eran bandera de libertad y justicia para varias generaciones juntas. Llegaba a los escenarios cantando El Cabrero y se iba como el cabrero que canta. 

José Domínguez pertenece a esa casta del flamenco puro por el que se rastrea los orígenes de este arte, en lo jondo de las tonás, seguiriyas y martinetes que empezaron a entonar gentes de la baja Andalucía para cantar las penas de la pobreza y la marginalidad para ensordecer el dolor y la miseria con esas letras y esas músicas que salían del alma y de las tripas de los campos de secano  y de las minas a cielo abierto. Por el que brota de la tierra que pisan las plantas de los pies que andan estos secarrales y reverdece en los géneros más duros del flamenco como un grito de la misma tierra.

Bajo el sombrero negro se  intuía su mirada siempre al suelo, y tú lo ves retorcerse con la justa contención en la silla y dices que sí, que eso es arte de la naturaleza misma, la divina proporción excesiva que es  Andalucía. Y cuando entendieron los que "entienden" la naturaleza y la esencia de ese arte que mira, con la misma distancia la profundidad más allá de los pies como el más allá del techo, a lo hondo de las profundidades y al calado del abismo,  el flamenco fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad (2010). Por materiales como los de El Cabrero.

Está a la vuelta de la esquina el Día del Trabajo, que aquí en mi tierra, además del de El Trabajo de los que trabajamos, es también el Día del Paro, porque para algo somos campeones del desempleo. El mismo día para los que militamos en el despertador de cada día, o de los afiliados a la cola pa sellá la cartilla del paro mes a mes, de los de las peonás de remanguillé, de los de la economía sumergida y la solidaridá familiá..., menos para los de la codicia y los filibusteros, tiene que ser un día de reivindicación. 

Y yo traigo un TRABAJO que se reivindica por sí mismo: el de una francesa fotógrafa que pasaba por aquí, se topó con El Cabrero en un festival flamenco y rodó un documental visto en más de cincuenta países del mundo pero que aquí no ha querido ninguna cadena televisiva incluir en su programación. 


EL CABRERO, EL CANTE DE LA SIERRA

Era el año 1987 cuando la fotógrafa Martine Voyeaux vio a José cantá un verano. Impactada, imantada también por su presencia y su jondura telúrica, presentó un proyecto de documental a una galerista de arte que tendría pasta y acá que se vino al verano siguiente. En pleno agosto, con 40 grados a la sombra, rodó esto que aquí se han negado todas las cadenas de TV, incluida "La Nuestra" (Canal Sur), emitir. 

En Francia, este documental ganó el Premio Especial en el Festival de la Rose d’Or de Montreux 1988, y no se deja de emitir fuera de nuestras fronteras desde la citada Declaración de la UNESCO. 





¿Y Espagne? ¿Y Andalucía? 

La respuesta siempre ha sido NO. Y hoy se difunde vía Youtube. Difusión a la que yo contribuyo desde Rodmania, por ese novio tan guapo de mirada adormilá y barbas  que dijera tantas cosas como las que cantaba El Cabrero. Por esa Andalucía del documental, que es la misma de hoy, que no reclama trabajo porque se ha acostumbrado a comer "camparopicheo" (acrónimo rodmaniano de "campo, paro y trapicheo").

¿Por qué? ¿Por qué Canal Sur se niega, por qué no ha querido saber jamás de este trabajo y lo ha rechazado una y otra vez? ¿Por qué se vanagloria esta Junta del Partido Socialista (mani)Obrero Andalú de esta tierra y su gente, si no se la merecen? 

Porque llevan años, décadas, sembrando y regando con socialmaniobrerismo el temario de La Nuestra (la programación de Canal Sur) con bazofia, zafiedad, ignorancia y jactancia de ella misma, contrarrestando la sabiduría que entra por los pies con el cercenar de las cabezas que relucen y las bocas que dicen otras cosas, y las cámaras que muestran "el hace veintitantos años" como "el   hoy es peor" (porque donde salen los viejos hoy hay jóvenes, sí, también analfabetos y sin pensión). Cercenan esta tierra con el sentimentalismo trasnochado, machista y retrógrado de la copla de posguerra (concurso tras concurso de jóvenes) con la jondura de las raíces que empujaban esta tierra.

El Cabrero dice que él habla con metáforas porque las palabras que aprendió en la universidad del campo que pastan sus cabras se le quedan chicas, minúsculas. Y a mí me pasa lo mismo: la inefabilidad. Zomo azí de terruño, compañero. 

El documental está rodado en Aznalcóllar, pueblo minero de Sevilla que sufrió una década después de ese calorín de agosto del 88 el mayor desastre ecológico de este país, que después de lo invertido en su recuperación se saca a concurso administrativo antes de la última campaña electoral la explotación de las minas de pirita y resulta concurso en litigio por prevaricación: las minas sin abrir y un pueblo con comedores sociales porque no hay trabajo.

Y El Cabrero cuidando cabras, porque no va a ser nunca borrego, y cantando.  Fandangos a la República, a Jesucristo pa cagarse de paso en los muertos de los hijos de la granputa, letras que llaman a las cosas por su nombre. Al sol y al viento. A la justicia de tierra y paz. A los que van diciendo por ahí

Por tangos.  



Y poesía por bulerías.


"La lluvia" de Borges. 

Por el mismo palo, "Vidala del nombrador" de Jaime Dávalos y "Luz de luna" de Álvaro Carrillo es la última actuación en Canal Sur de El Cabrero. Paco del Gastor  a la guitarra (inseparables desde el rodaje del documental). 








Y el documental premiado. Y, ¿vetado?

¡¿?!






Al padre de mi hijo.

La mirada adormilá,
 las barbas
 y el pelo largo...

¡SALUD, TRABAJO Y REPÚBLICA, COMPAÑERO!


http://www.el-cabrero.com/

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