martes, 27 de febrero de 2018

LOS GIRASOLES CIEGOS


Alberto Méndez nació en Madrid en el 1941. Estudió bachillerato en Roma adonde se había trasladado su padre, poeta y traductor, por motivos políticos y económicos. Posteriormente se licenció en Filosofía y letras por la Universidad Complutense de Madrid.
Méndez fue siempre un hombre de izquierdas, que militó en el partido comunista hasta 1982. Profesionalmente, estuvo siempre vinculado al mundo editorial y también  fue guionista de televisión.
En 2004  publica Los girasoles ciegos, su primer y único libro con el que ganó el premio Setenil 2004 al mejor libro de cuentos. Pocos meses más tarde murió.

    El proyecto de Alberto Méndez se articula en cuatro relatos independientes que, no obstante,  forman un conjunto que puede ser considerado como una novela corta con cuatro capítulos.  Las partes forman un todo que funciona mejor como una unidad, de manera que la propuesta resulta más contundente. Cada historia nos coloca en un escenario distinto, lo que aporta una gran riqueza: unos personajes son militares, otros, civiles; unos mayores, otros, niños; unos pertenecen a un bando, otros a otro. Pero existe un elemento común: todos ellos, protagonistas y secundarios, sufren.

    La reflexión se centra en la posguerra, concretamente en las consecuencias que deja la violencia en un país dividido y desangrado, y las historias que cuenta Méndez son ejemplos de ese episodio absurdo y triste.

    En las cuatro historias hay dos constantes o temas que se repiten: EL ENCIERRO y EL MIEDO.

1.               El encierro: En los cuatro relatos, la dinámica es siempre hacia adentro. Los personajes están en la cárcel (en dos cuentos), en la braña (entre los montes de Asturias, lugar inaccesible, sin salida en el invierno), o en el armario. Esta imagen funciona como una cruel metáfora de la realidad: los espacios se parcelan después de la lucha, se acentúa la división en el plano físico, se levantan barreras, se cierran puertas y se construyen rejas. Circular libremente es peligroso o imposible, porque el enemigo puede volver a golpear. El país queda dividido, los hombres se meten en sus guaridas como animales apaleados, o son enjaulados por sus enemigos políticos. La libertad no existe para los que piensan de distinta manera a los vencedores, se humilla y se castiga:  “Que alguien quiera matarme no por lo que he hecho, sino por lo que pienso … y, lo que es peor, si quiero pensar lo que pienso, tendré que desear que mueran otros por lo que piensan ellos.” (p.129), dice Ricardo Mazo, el “topo”. La paz después de la guerra no es liberadora, ya que se traduce, para muchos, en una estela de odio, lágrimas y muertos, advertencia de Méndez que debería bastar para que se evite repetir los mismos errores del pasado.  Este movimiento hacia el interior es constante, y crea una sensación de ahogo en el lector que respira un clima claustrofóbico.

2.               El miedo: Ni siquiera quien gana deja de sentir miedo; nadie que haya vivido una guerra se muestra indiferente, y aunque se perdone, no se olvida. El miedo es crónico en el mundo que crea el autor en la novela. Además, existen dos elementos que acompañan al miedo: el silencio y la soledad. Y ambos están relacionados con el encierro. La comunicación se evita para no tener problemas, y la soledad es un refugio natural para quien tiene miedo, porque así se siente uno más seguro, si bien en estas historias, la soledad no es voluntaria: está solo el prisionero, el “topo” por temor a que alguien lo delate, el niño que no puede compartir sus vivencias con nadie, la mujer que vive como viuda sin serlo, el fugitivo que pierde a su novia y se encuentra con un bebé al que cuidar, el diácono que experimenta cosas nuevas y terribles y no sabe cómo procesarlas porque no puede hablar de ellas con nadie. Incluso el coronel Eymar y su mujer Violeta están solos con su dolor por la pérdida de su hijo Miguel.  La soledad se presenta en sus dos facetas: como una situación física (en la cárcel, en el armario, en la breña), y como una actitud interior, que es aún más dolorosa porque significa la imposibilidad de comunicar tanto desgarro.

   
    En Los girasoles ciegos se nota, en muchos momentos, cierta debilidad hacia el lado republicano. Es una opción literaria de Méndez, resultado de experiencias anteriores y de su filiación política. No obstante, el autor  universaliza los abusos de los nacionales como abusos de los ganadores, en general, y si fueran los otros los vencedores, habrían cometido los mismos excesos. Claramente, para Alberto Méndez, más que nacionales y republicanos hay vencedores y vencidos, y el vencedor es el que tiene el poder y abusa de él.
    También destaca en la obra que entre los vencidos hay mucha dignidad; son anti-héroes, dispuestos a sacrificar la vida para mantener a salvo su honor y sus ideas, y aquí es donde Méndez pierde algo de objetividad, ya que sus personajes vencidos, los republicanos, son personas siempre honestas, limpias, orgullosas, capaces de realizar grandes hazañas y de generoso desprendimiento, y parece algo subjetiva esta acumulación de bondades en un solo bando, lo que resta objetividad al conjunto de la novela.

    Y lo más importante que se percibe en la lectura es, por supuesto, el absurdo de la guerra: quienes pelean lo hacen sin convicciones, sin ideología ni coraje (recordemos a Eugenio Paz, del tercer relato, que odiaba a su tío por maltratar a su madre: “Cuando estalló la guerra esperó a que su tío tomara partido para tomar él el contrario. Fue así como proclamó su fidelidad a la República”. Pero la guerra lo convierte en un asesino, lo cual demuestra que es un error en sí misma, que transforma a los hombres en criminales, aunque ni siquiera sepan por qué o por quién luchan, se corrompen igual.

    Con respecto a los personajes, importa poco su identidad personal, ya que son ejemplos de los vencidos y funciona más como símbolos que como individuos concretos. No interesa ni cómo se llaman, porque representan situaciones particulares, no caracteres concretos (el padre de 18 años, viudo y con un bebé, el combatiente que no sobrevive, la mujer que resiste a la tragedia por la familia).

    En cuanto al estilo de la novela, Juan Herralde, el editor de Alberto Méndez, señalaba: “Hay dolor, pero la belleza formal del texto lo narcotiza”. Y es cierto, pues se percibe el ritmo envolvente de las frases, las imágenes sorprendentes, el rico vocabulario. Incluso se encuentra experimentación formal, como en el párrafo en el que, imitando Rayuela, de Julio Cortázar, Juan Senra está escribiendo a su hermano desde la cárcel y dice así: “…Sigo vivo. El lenguaje de mis sueños es cada vez más asequible. Hablo de amortecía cuando quiero demostrar afecto, y suavumbre es la rara cualidad de los que me hablan con ternura. Colinura, desperpecho, soñaltivo, alticovar son palabras que utilizan las gentes de mis sueños para hablarme de paisajes añorados y de lugares que están más allá de las barreras. Llaman quezbel a todo lo que tañe y lobisidio al ulular del vecino. Dicen fragonantía para hablar del ruido del agua en los arroyos. Me gusta hablar con ese idioma”.
    

         En la última década, y primera del siglo XXI, uno de los fenómenos más llamativos en el ámbito de la ficción es el éxito de las novelas sobre la guerra y la posguerra, en un momento en que los abuelos empiezan a desaparecer y los nietos comienzan a investigar sobre las historias familiares.

    Como todas las memorias de guerras, la memoria de la guerra española es traumática, y por ser memoria de una guerra civil, es una memoria escindida. Por una parte, encontramos la de los vencedores, reconstruida rápidamente desde el final de la contienda como memoria colectiva, legítima y oficial; por otra parte, se destaca la memoria de los vencidos, callada, pocas veces compartida por ser censurada durante la dictadura; por lo tanto, no se organizó como memoria colectiva hasta después de 1975. (Recordemos que el concepto de “memoria colectiva”, según el sociólogo francés Maurice Halbwachs, está constituida por los puntos de confluencia de la pluralidad de memorias autobiográficas de un mismo hecho, es decir, por los diversos enfoques de personas, textos, mitos y manifestaciones con que cada uno de los individuos tiene contacto, que construyen cada memoria individual, junto con los recuerdos del individuo. Más que una “supra-memoria” es una memoria reflexiva, ya que los recuerdos de los demás configuran los del individuo, y a la inversa. Pero así se pone de manifiesto que la memoria colectiva es frágil, ya que no se puede construir si una parte de los testigos no han podido crear una conciencia de grupo.

    A partir de la Transición el llamado “pacto del olvido” o del silencio, decretado por la clase política en aras de la construcción democrática, no facilitó la emergencia de la memoria colectiva, y ésta comienza a surgir a mediados de los 90, desde las esferas del poder. Según indica el historiador Jacques Le Goff, los problemas de la memoria colectiva de la guerra han engendrado trastornos en la identidad colectiva, y en consecuencia, recuperar parte de la memoria colectiva equivale a reconstruir la identidad nacional que integre las historias de todos y que reconsidere la tradicional visión entre vencedores y vencidos. Así se pueden considerar los cuatro relatos de Los girasoles ciegos.  Por nacer en 1941, Méndez no pudo escribir a partir de una memoria directa y personal de los acontecimientos, sino que “hurgó en el recuerdo de sus familiares”. Tardó toda su vida en encontrar las voces que hacen públicas sus historias, y el resultado es un libro magistral en el que se dibuja el mapa de la derrota que afecta a los dos bandos.

    ¿Cómo se construye y se transmite la memoria colectiva de la guerra en Los girasoles ciegos?

    A pesar de ser el libro un conjunto de cuatro relatos, llama la atención la zona de confluencia en la que se reúnen para trazar los contornos de una memoria colectiva.

1.    El índice y la construcción de los títulos ponen de relieve un vínculo entre los diferentes textos al reiterarse el sustantivo “derrota” asociado a fechas (“Primera derrota: 1939 o Si el corazón dejara de latir”; “segunda derrota: 1940 o Manuscrito encontrado en el olvido”; “tercera derrota: 1941 o El idioma de los muertos”; “cuarta derrota: 1942 o Los girasoles ciegos”). La enumeración de las derrotas  y la ostentación de la cronología invitan a leer la obra de manera lineal, a considerar cada relato como una variación sobre el mismo tema.
2.    Los distintos relatos se conectan a través de los personajes, lo que significa que la derrota de unos se prolonga en la derrota de otros, y que todos son unos vencidos de la misma historia. (El Capitán Alegría se halla en la misma cárcel que Juan Senra (1º > 3º), y la joven Elena que muere en el parto es la hija de Elena y Ricardo Mazo (2º > 4ª).  Es significativo que el lector tiene una visión global de las historias, sabe qué les ocurre a los personajes  y puede medir la amplitud de las derrotas gracias a la variedad de los puntos de vista que le brindan los distintos narradores.
3.    Otras relaciones entre los textos:  en todos, el autor le otorga una enorme importancia a la escritura: muchos de los protagonistas escriben cartas o diarios, reproducidos íntegros o en parte, olvidados, recuperados y sacados del olvido, lo que representa la historia de la memoria autobiográfica de la guerra cuando dichos documentos se integran posteriormente en la memoria colectiva. Los dos cuentos que conceden mayor importancia a la escritura de lo íntimo son el segundo y el cuarto, y presentan una estructura circular parecida (el verso de Góngora en la pared de la cabaña encontrado por el transcriptor se repite al final del diario; la carta del diácono presenta la misma estructura circular al aludir a los girasoles ciegos. Y además, los “murciélagos gongorinos” con los que el poeta alude al represivo franquismo se relacionan con los “girasoles ciegos” en cuanto a la ceguera de ambos.)
4.    Finalmente, todas las historias se publican bajo el título del último relato: “Los girasoles ciegos”, metáfora que aparece en la Biblia y que se refiere a la desorientación  de la humanidad, de modo que todos los personajes de la novela pueden considerarse como seres condenados a vivir en la oscuridad como murciélagos o como girasoles ciegos.
5.    Ahora bien, Alberto Méndez eligió para contar sus historias la forma breve del relato, idónea para presentar vidas truncadas, ya que los que mueren son hombres jóvenes, adolescentes o recién nacidos. Permite recurrir a una estética de la fragmentación cuyos efectos se incrementan en el 2º y el 4º textos, con la diversidad de voces narrativas que se expresan, y el uso, en el 2º, de la forma del diario.
6.    Lo que se dibuja es la derrota colectiva de un país desgarrado donde, al acabar la guerra, uno no puede seguir viviendo con dignidad fuera de la  condición de derrotado (el Capitán irónicamente apellidado Alegría se rinde por dignidad, el joven poeta muere por fidelidad, Juan hubiera podido salvarse mediante la mentira, Ricardo se condena al salvar a su mujer de la lascivia de un diácono, el hermano Salvador). Tiende a borrarse la frontera entre los gloriosos vencedores y los vencidos humillados cuando este combatiente del Glorioso Ejército Nacional confiesa su derrota personal ligada a las consecuencias de la guerra: “¡Qué arduo, Padre, haber vencido para ser víctima de nuevo! Toda la satisfacción que me produjo durante tres años formar parte de los elegidos para encauzar el agua estigia, toda la gloria, se fue convirtiendo poco a poco en un fracaso: fracaso al cambiar mi sotana por el uniforme de guerrero; fracaso por ocultar la altivez del cruzado tras la arrogancia de la gleba, fracaso por disfrazar mi vocación tras la sedición de una concupiscencia incontenible y fracaso, al fin, por ignorar que aquello que quería seducir me estaba seduciendo”.  Al final del cuento, Ricardo Mazo salva a su mujer del acoso del diácono y se suicida para escapar a la represión, pero también, con ese acto, vence al Hermano Salvador, quien escribe: “Se suicidó, Padre, para cargar sobre mi conciencia la perdición eterna de su alma, para arrebatarme la gloria de haber hecho justicia”.
7.    Todas son experiencias de desorientación, de pérdida, de vencedores humillados o vencidos olvidados, de muertos, representación de los miles de represaliados cuyas historias nunca se dieron a conocer y cuya memoria se salva. Los girasoles ciegos es una ficción “cargada de responsabilidad” que nos permite compartir lo que se calló, entrar por los caminos de la Historia con “una valoración de los hechos desde la intrahistoria” (Eduardo Zúñiga).

    La primera derrota ilustra cómo un acontecimiento personal se convierte en memoria colectiva en el presente de la enunciación, puesto que viene narrada por un sujeto colectivo, un “nosotros sabemos la realidad de los hechos” gracias a una serie de documentos que se citan: cartas a su novia Inés, la nota del bolsillo del capitán, el texto del último parte de Intendencia o el acta del juicio. Así se observa que  se convierte en una constante en todo el libro el recurso al pseudodocumento auténtico: cartas, fragmentos, diario. En este último caso del segundo relato, un narrador transcribe un manuscrito que, al editarse, comienza a formar parte de la memoria colectiva, y además, la presencia de dicho narrador-transcriptor que cuenta la historia del texto, cómo y dónde   fue hallado, produce una fuere impresión de realidad.
   
 Sin embargo, a pesar de la ilusión de realidad, los textos también presentan su dimensión ficcional, lo que desemboca en una interrogación sobre lo que es la verdad y sobre la capacidad de la memoria para transmitir la verdad de lo que pasó.  Dos de los cuentos señalan su naturaleza ficcional al situarse en una tradición literaria: El tercer relato o “El idioma de los muertos” entronca con la tradición oriental, ya que Juan Senra salva su vida, como la Sherezade de Las mil y una noches,  mientras cuenta a su juez y su mujer la historia inventada del hijo al que conoció. En el segundo relato, el lector se entera de la historia de la joven pareja mediante el recurso al manuscrito encontrado, tradición literaria que remonta al Quijote, pero que también se encuentra, por ejemplo, en La familia de Pascual Duarte, de Cela. Gracias a la tensión entre lo real y lo ficcional, los textos subrayan que, mediante la ficción, se puede alcanzar una verdad (aunque sea relativa) y transmitir su memoria. Pero, tras desaparecer la memoria autobiográfica, la ficción sólo sirve para dar cuenta de lo que pudo pasar, y ya no de lo que aconteció, y esto se debe a la naturaleza selectiva de la memoria y a su transmisión, que permite también rellenar los vacíos a partir de interpretaciones desde el presente. (Dice Lorenzo-adulto: “Probablemente los hechos ocurrieron como otros los cuentan, pero yo los reconozco sólo como un paisaje donde viven mis recuerdos”.)

    El problema del acceso a la verdad se plantea también cuando Alberto Méndez recurre a una voz narrativa múltiple, como si la voz única resultara insuficiente: En el segundo relato, el Manuscrito encontrado en el olvido, la voz del narrador-transcriptor-editor cuenta, en primera persona, la historia del manuscrito encontrado y comenta su transcripción, y por otro lado, está la voz del diarista, la voz de un muerto que nunca pudo transmitir a nadie la memoria de lo sucedido durante la huida. Llama la atención la necesaria complementariedad de las dos instancias, ya que el texto del manuscrito viene interrumpido numerosas veces por los comentarios del editor, destacados por la letra cursiva. El diario, y por lo tanto, la memoria de las víctimas condenadas a morir por tener que huir, parece ya no poder existir sin la labor de desciframiento del transcriptor. A través de los dos niveles del relato, el texto nos deja acceder a una memoria individual (ficticia), pero ya integrada en la memoria colectiva al ser archivado y editado.  Además, se trata de una escritura reflexiva, ya que el poeta piensa en su destinatario, escribe para dejar un testimonio, y la escritura lo salva del silencio y de la soledad: “No sé lo que siento hasta que lo formulo, debe de ser mi educación campesina… Y  mientras estaba allí, observando, sentía algo que no lograba identificar, algo que ni siquiera sabía si era bueno o malo. Ahora que ya he encontrado mi lápiz, sé lo que era: soledad”; “Tengo la sensación de que todo terminará cuando se me termine el cuaderno”. La última página está escrita con un tizón apagado, y se da a entender que, al no poder escribir ya más porque se le acabó el lápiz, murió.

   La cuarta derrota combina también lo que podría considerarse como real con lo ficcional, al alternar tres voces narrativas:
  • La del diácono que se confiesa mientras escribe en una carta la versión de los hechos, desde un tiempo contemporáneo de lo acontecido,
  • La voz de un Lorenzo adulto que recuerda su niñez y la muerte trágica de su padre,
  • Y una voz no personal que propone el relato en pasado.

Son tres versiones de la misma historia que se complementan; las dos primeras, en primera persona, dan una ilusión de veracidad, y la tercera es una pura construcción ficcional.  Así, el relato no personal sirve para complementar las dos versiones autobiográficas.

    En la tercera derrota,  el narrador omnisciente cuenta, resumiéndola, la historia del Capitán Alegría del primer cuento. Pero olvida lo esencial: desaparece la condición de “rendido” que el capitán quiso defender en vida, y el relato lo convierte en el “desertor” que se negó a ser; con ello se plantea el problema de la fiabilidad de los recuerdos, y también de la instrumentalización de la memoria con las mentiras que Juan Senra cuenta sobre Miguel Eymar para sobrevivir unos días más.  La historia de Juan presenta el problema de la fiabilidad de la memoria transmitida al mostrar cómo se puede construir la memoria colectiva a base de mentiras, pero evidencia también el poder de la memoria, ya que él es el único depositario de la memoria del hijo muerto, el único capaz de sacarlo del olvido mediante sus recuerdos. El preso vencido logra controlar su destino gracias a su memoria de la guerra, la inventada que lo salva y la verdadera con la que se condena para no seguir agradando a la familia Eymar. Con su digno recuerdo de la verdad, sume a los padres en la derrota. Este relato, igualmente, pone de manifiesto que el mayor poder de la memoria es su capacidad para recuperar una identidad amenazada y, como en el caso del poeta del segundo relato, colmar un hueco en la memoria colectiva.

   EN RESUMEN: Todas las historias contadas en Los girasoles ciegos son caminos individuales que se convierten en historias ejemplares, y así Alberto Méndez se hace creador de una memoria colectiva, desvelando una parte del “agujero negro de la historia de su país”.

OTRAS CONSIDERACIONES PARA EL COMENTARIO CRÍTICO

1.    LOS SÍMBOLOS:   En esta obra que constituye una reflexión sobre los perdedores de la guerra civil, del ser humano como individuo y como protagonista de su propia historia, y que nos pide asumir la historia y no olvidarla para no repetir los mismos errores mediante la reconstrucción de la memoria colectiva de las gentes de España, se pueden encontrar numerosos símbolos:
  • El apretón de manos del Capitán Alegría cuando lo llevan a fusilar (primer relato) significa su arrepentimiento y su redención.
  • El mismo Capitán Alegría es el símbolo de un pueblo que lucha contra sí mismo, el símbolo mismo de la guerra civil.
  • La samaritana, que es la mujer que le cura las heridas cuando escapa de la muerte, representa la condición humana capaz de salvarse de la barbarie.
  • El verso de Góngora: “infame turba de nocturnas aves”, es la desorientación, la confusión y la pérdida de la esperanza, el camino sin retorno hacia la muerte.
  • El invierno es, por la falta de calor, la misma muerte, como el frío de la cárcel, con connotaciones de soledad.
  • Capitán Alegría:  ironía sobre el apellido, que es de lo más inadecuado.
  • Hermano Salvador: otra ironía, ya que no salva a nadie, ni siquiera a sí mismo, y es causa directa del suicidio de Ricardo.
  • Nieve: es símbolo de la mortaja.
  • Asesinato de don Servando (el maestro del poeta) representa el asesinato de la cultura.
  • El lobo al que mata el poeta-padre para alimentar al niño: la lucha por la supervivencia, la valentía que demuestra un hombre cuando lucha por algo que vale la pena.
  • El lápiz: la compañía, la comunicación, la vida, ya que mientras dure, el poeta seguirá vivo.
  • El recién nacido, el chico de las liendres y Lorenzo, el hijo del “topo” son proyectos de vida, capaces de alegrar un poco a los personajes con los que se relacionan (el padre-poeta, Juan Senra, Ricardo Mazo y su mujer).

2.               CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LOS PERSONAJES:

  • LOS VENCIDOS: Son los olvidados, los proscritos de la memoria colectiva, sin conciencia de grupo. Parte de la intencionalidad del autor de la obra consiste en recuperarla o repararla. Todos son vencidos dos veces: al perder la guerra y al ser humillados tras la guerra. Camina desorientados, ciegos, sin esperanza, hacia la muerte; perdidos, envueltos en el vacío, condenados a vivir sin luz. Constituyen unos personajes sólidos, con historias anónimas pero ejemplares: se presentan como una norma a seguir. Sus historias son “verdaderas, aunque no ciertas”, y representan los desastres individuales que se muestran bajo el gran caos que supone una guerra fratricida. Son republicanos al límite, a los que la vida les ha dado la espalda, los ha olvidado. No son protagonistas de grandes hazañas, ni héroes épicos, sino componentes de la intrahistoria de todo un grupo que merece ser integrado en la memoria colectiva española.

  • LOS VENCEDORES: Quieren ser dos veces vencedores (al ganar la guerra y al ensañarse con los vencidos), pero ellos también son vencidos: por ejemplo, el coronel Eymar y su esposa, por Juan Senra; el Hermano Salvador, por Ricardo; el Capitán Alegría, por sí mismo, al librar una batalla contra sí mismo y conseguir una “victoria al revés.

3.               ANOTACIONES SOBRE LOS CUATRO RELATOS :
4.                
  • PRIMER RELATO:  “Si el corazón pensara dejaría de latir”: El protagonista es el Capitán Alegría, profesor de Derecho Romano en la Universidad de Salamanca. Se rinde a los republicanos cuando los suyos, los nacionales, van a ganar la guerra, y lo hace por dignidad al pensar que “no queríamos ganar la guerra, queríamos matar”. Cuestiona la norma de aquellos con los que vive y se entrega por dictados de su moral, y no por ideología. Por tanto, su derrota es doble: para un bando es el enemigo; para el otro, un traidor, es decir, gana y pierde la guerra al mismo tiempo. Al entregarse “saldaba cuentas con los usureros de la guerra”, tal como manifiesta en el juicio que le hacen sus superiores jerárquicos. A la vez, remacha una y otra vez que él no es un desertor, sino un rendido, un enemigo de los republicanos a los que se entrega. A partir de ahí, la muerte le resulta familiar y la vida, insoportable. El Capitán Alegría busca refugio en el miedo y la soledad , y simboliza, como antes dijimos, la guerra civil como un enfrentamiento entre hermanos. Es, como los demás personajes, sencillo, anónimo, sólido, y representa a la colectividad olvidada; es parte de la intrahistoria. Su gesto de entregarse es considerado como una victoria de su lucha interna, “una victoria al revés”, y se entrega porque se da cuenta de que “cuantos más muertos haya, más gloria tendrá el vencedor”, y esa desorientación que le provoca el haber comprendido esto lo lleva a elegir su propia muerte. Sólo se ríe una vez: cuando tiene lugar el encuentro con la buena samaritana: “Algo humano había sobrevivido a los estragos de la guerra”.

  • SEGUNDO RELATO:Manuscrito encontrado en el olvido”: el protagonista es el muchacho poeta, admirador de Garcilaso, que muere por fidelidad. Sin Elena no quiero llegar hasta el fin del camino. Sin Elena no hay camino”. También aquí hay parte de la historia que se ha perdido y que no puede pasar a la memoria colectiva, e incluso el carácter fragmentario del relato, en forma de diario, no ofrece todas las vivencias del joven, ya que hubo días en que no pudo escribir nada, y eso es también silencio o mordaza. Se entiende como una escritura reflexiva que desea dejar testimonio. El hecho de que Elena y su hijo, dos inocentes, hayan muerto –o vayan a morir- derrotados lo desconcierta, y no puede entenderlo. A la vez, la escritura lo salva del silencio, la soledad y la muerte, y al no poder escribir, el poeta se muere. También a este personaje le pesa la vida, y por eso se refugia en la escritura como antídoto contra la desesperación. El muchacho se ve envuelto, sucesivamente,  en la huida, en la derrota, en el miedo, en la soledad y por fin en el olvido (Está en el subtítulo y recuerda a una rima de Bécquer que da título, a su vez, a un poema de Cernuda). Sin embargo, aparece la oposición entre muerte/vida, ya que, al elegir el camino equivocado como consecuencia de la generosidad, el amor y la fidelidad (“Elena ha querido seguirme y ahora sabemos que nuestra elección ha sido errónea. Jamás se cometió un error tan generoso”), el joven poeta está ya en la senda sin retorno hacia la muerte sin esperanza. Aquí encontramos ciertas reminiscencias de la tragedia, ya que el destino juega con dos personajes con madera de héroes.  Este personaje también es doblemente derrotado, y adquiere conciencia de ello: “Hemos perdido una guerra dejarnos atrapar por los fascistas sería regalarles otra vez la victoria”. Es preferible, pues, la muerte a la humillación. Aparece también en este cuento el recuerdo de su familia, de los suyos, y don Servando, el maestro asesinado, símbolo de la barbarie contra la cultura, y más tarde, el enfrentamiento entre un ejército armado y el muchacho con su poesía: “Con un lápiz y un papel me lancé al campo de batalla y de mi cuerpo surgieron palabras a borbotones que consolaban a los heridos”. A medida que avanza el relato, vemos primero aparecer y luego crecer cada vez más el cariño hacia su hijo, que se convierte en el centro  de su vida y en lo único capaz de liberarlo momentáneamente de la angustia o del miedo. Incluso llega a hablarle inculcándole una moral de padre adolescente, pero que se sitúa en dignidad y nobleza por encima de los vencedores: “Voy a contarle a mi hijo (…) que yo no hubiera dejado que mis enemigos huyeran desvalidos, que yo no hubiera condenado a nadie por ser sólo un poeta”.

  • TERCER RELATO: “El idioma de los muertos”:  El protagonista es Juan Senra, profesor de chelo, y muere por decir la verdad. Juan Senra está prisionero en una cárcel, pero su juez, el coronel Eymar, le pregunta si conoció a Miguel Eymar, su hijo; Senra se da cuenta de que tiene que mentir acerca de Miguel, ya que efectivamente lo conoció durante la guerra, pero era un estraperlista, ladrón, que incluso traiciona a los suyos ante la policía y que fue condenado a muerte por sus delitos, pero decir todo eso, la verdad, no va a salvarlo, así es que inventa una historia de mentiras sobre la bondad y la honradez de Miguel Eymar para complacer a sus padres, el coronel Eymar y su mujer Violeta. Con esas falsedades logra convertir al hijo en héroe, e incluso, para la madre, Miguel continúa viviendo a través de la memoria de Juan; de esta manera, Senra continúa viviendo unos días más. Pero después del fusilamiento de su amigo Eugenio Paz, decide contar la verdad para vengar su muerte, con lo que derrota definitivamente a los padres de Miguel Eymar (al igual que otro preso, Cruz Salido el periodista, derrota a sus verdugos al dejarse morir hablando y recordando, y no llega vivo al fusilamiento). Aparece el tema de la venganza, ya que, antes de los interrogatorios Juan es un enemigo, pero después de conocer la verdad sobre el hijo Miguel, ya se convierte en una cuestión personal.  Todo el universo, en este relato, se ve reducido al mundo de la cárcel, donde los vencidos son llamados “enemigos de la patria” y donde reina el hambre, el frío, el dolor y el miedo. Todos los presos son ya   hombres muertos, sin alma, en un camino sin retorno. En medio de ese silencio surge la amistad con el chico de las liendres, que va a poner una nota de calor  y de vida, igual que el recién nacido del segundo cuento. El tema de la amistad también es importante en este relato, otro rasgo humano que ha sobrevivido a la barbarie, y también se detiene el tiempo en la frontera entre la vida y la muerte, tal como le escribe a su hermano Luis, al que recuerda y añora –carta que es censurada por el alférez capellán y devuelta a Juan-.  Otro tema que se muestra en el relato es el del ensañamiento del vencedor, como se ve en la historia de Cruz Salido, el periodista al que le quedaba poco de vida, pero querían mantenerlo así para poder fusilarlo cuanto antes; lo que ocurre es que fue Cruz el que los derrotó al conseguir morir antes del amanecer, suicidado por medio de la palabra. Estos seres abocados a la muerte tienen su propio idioma, que Juan Senra sueña: el lenguaje de los muertos que está en sus sueños y que, a medida que la muerte se aproxima, se le va haciendo más familiar. Por tanto, dos son los pilares que sostienen al protagonista: la amistad con Eugenio y las historias inventadas en los interrogatorios: desde el momento en que pronuncia las palabras “es que he recordado”, firma su sentencia de muerte. Finalmente, es preciso mencionar el papel de la Iglesia, representado por el alférez capellán,  que censura la carta de Juan a su hermano y condena el suicidio del Capitán Alegría, pero no dice nada de las otras muertes que se producían a diario en los fusilamientos.

  • CUARTO RELATO: “Los girasoles ciegos”: Como ya hemos dicho anteriormente, en este relato se combinan tres voces narrativas: la del diácono, la de Lorenzo adulto y la de un narrador no personal. Las tres se complementan para dar cuenta, desde varios puntos de vista, de la complejidad de los hechos que se cuentan.  Han pasado casi tres años del final de la guerra y encontramos el reflejo de la vida cotidiana de la España de esa época; es un relato que tiene mucho de literatura costumbrista en cuanto a las descripciones detalladas de vestuario, mobiliario, calles, usos y costumbres como la de los juegos infantiles, y de las formas de vida: la pobreza, el frío, el racionamiento. El cuento se asemeja a una puerta de bisagras móviles: de un lado, la realidad; de otro, el disimulo. Para ello, el autor recurre al símbolo del espejo, que supondría la línea divisoria entre los dos universos, universos que Lázaro ha de aprender a sortear pese a su corta edad, aunque él se sentía sólo parte de su universo real, que era su casa y su familia; por eso aprende pronto a ser cómplice de los suyos, e incluso, dándose cuenta del peligro, se resiste a ir a la escuela, a esa escuela militarizada de la España de la posguerra donde aparece el Hermano Salvador, y Lázaro, sin perder la compostura, no se integra, actitud que lo distingue de los demás alumnos e irrita al maestro diácono.  De esta manera, y desde las distintas voces de los narradores, pasamos continuamente de un lado a otro del espejo, y así, sólo el lector tiene una visión global de la historia (destino de Elena, la hija del matrimonio), ya que los personajes únicamente tienen una visión incompleta. El tema de la doble derrota, recurrente en los cuatro relatos, aparece en éste con el nombre de venganza, en la persona de Ricardo, el “topo”; tan sólo cuando toma el camino de la valentía tiene que renunciar a vivir, y con su sacrificio, derrota al Hermano Salvador.  La Iglesia y su lenguaje cargado de eufemismos (otra pieza costumbrista que calca la realidad) tiene su lugar en el mundo de los vencedores, y es la confesión del diácono la que pone la voz y el pensamiento a los vencedores, de forma general; de manera particular, nos muestra la catadura moral de este personaje, que a través de esta confesión, sólo desea justificar sus actos, cuyas causas las carga sobre la mujer como inductora del mal. Así se descubren los rasgos del carácter del diácono: manipulador de la realidad, arrogante, soberbio y de una lascivia incontrolada.  De la otra parte, del otro lado del espejo, tenemos la intimidad del hogar de esa familia de derrotados; las horas pasan envueltas en un miedo cargado de angustia, que rompen los ruidos de la escalera (pasos de la gente en el rellano, el ascensor, el estado de permanente alerta ante el sonido del timbre). Miedos y silencios que van desdibujando los perfiles de los protagonistas y minando sus caracteres, hasta el momento en que Ricardo muestra su valentía para salvar a su mujer del acoso del diácono, lo que lo conduce al  trágico suicidio.


TEXTO PARA COMENTARIO

1. Tema
2. Estructura
3. Resumen
4 Comentario crítico


De mar a mar entre los dos la guerra,
más honda que la mar. En mi parterre,
miro a la mar que el horizonte cierra.
Tú, asomada, Guiomar, a un finisterre,

miras hacia otro mar, la mar de España
que Camoens cantara, tenebrosa.
Acaso a ti mi ausencia te acompaña.
A mí me duele tu recuerdo, diosa.

La guerra dio al amor el tajo fuerte.
y es la total angustia de la muerte,
con la sombra iracunda de tu llama

y la soñada miel de amor tardío,
y la flor imposible de la rama
que ha sentido del hacha el corte frío.

jueves, 22 de febrero de 2018

ORACIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES

I. PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES 

De la misma manera a lo que ocurría con las proposiciones subordinadas adjetivas y sustantivas, las proposiciones subordinadas adverbiales son aquellas que equivalen a un elemento adverbial, y por lo tanto desempeñan sus mismas funciones (generalmente la función de complemento circunstancial del verbo).  

II. TIPOS DE PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES

El criterio de significado que se utiliza para la clasificación de los adverbios se utiliza también para clasificar las proposiciones subordinadas adverbiales, algunas de las cuales admiten la sustitución por un adverbio o por sintagmas nominales o preposicionales con su mismo significado; son las llamadas subordinadas adverbiales propias. Las demás subordinadas adverbiales no pueden ser sustituidas por ningún adverbio pero, sin embargo, realizan las funciones propias de éste: complemento circunstancial del verbo. 

II.I. PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES PROPIAS 

• De LUGAR.  Las proposiciones subordinadas adverbiales de lugar funcionan como complemento circunstancial de lugar del verbo al que complementan, expresan (como su propio nombre indica) una situación o lugar y llevan como nexo el adverbio relativo DONDE. Por ejemplo, en la siguiente oración…

Deja las cosas [donde te he dicho]                                        
 Nexo                                
                               Prop Sub Adv (Compl Circ de lugar) 

Puede ocurrir que la subordinada vaya precedida por una preposición, de la misma manera funcionaría como complemento circunstancial de lugar.

De pronto, dirigió su mirada hacia [donde estábamos nosotros]                                                                                                                                                         Prep         Nexo  
                                                            ______               _________________________________         
     En.              T. Or. Sub. Adverbia
                                                            _________________________________________                                                                                                                                                                                                                                                                    
                                  S. Prep (Complemento Circunstancial de Lugar)

Las proposiciones subordinadas adverbiales de lugar pueden ser sustituidas por un adverbio de lugar como allí o ahí (por ejemplo).

Deja las cosas donde te he dicho [Deja las cosas allí]

• De TIEMPO.  Las oraciones  subordinadas adverbiales de tiempo funcionan como complemento circunstancial de tiempo del verbo al que complementan, expresan (como su propio nombre indica) una época o momento en el tiempo y llevan como nexo fundamental el adverbio relativo CUANDO aunque también se utilizan como nexos los adverbios MIENTRAS y APENAS y las locuciones conjuntivas TAN PRONTO COMO, A MEDIDA QUE, EN CUANTO… Ejemplos: 

Compra tú el pan [cuando vuelvas del trabajo]
                                          nexo
                                        _________________________________                                                                                                                                                                                                                                                             
                                         Or. Sub. Adverbial . CCTiempo

Quítalo del fuego [apenas empiece a hervir]
                                         Nexo
                                      _______________________________
                                     Or. Sub Adverbial-  CCT      

Llámame [tan pronto como  puedas] 
           Nexo      
_____________________
Or. Sub, adverbial. CCT     


Las proposiciones subordinadas adverbiales de tiempo pueden ser sustituidas por un adverbio de tiempo como entonces o luego o cualquier otro adverbio de tiempo. Por ejemplo:  

Compra el pan cuando vuelvas del trabajo. Compra el pan luego .

• DE MODO.   Las proposiciones subordinadas adverbiales de modo funcionan como complemento circunstancial de modo del verbo al que complementan, expresan (como su propio nombre indica) una manera o forma de realizarse algo y llevan como nexo fundamental el adverbio relativo COMO, sin embargo, también se utilizan como nexos SEGÚN, CONFORME y la locución conjuntiva TAL Y COMO. Ejemplos:
     
Actúa [como creas conveniente] 
                  Nexo
              ________________________________
               Or.  Sub. Adverbial- CC Modo

Lo he hecho [según  me dijiste]                                                      
                              Nexo
                           _______________________
                          Or.  Sub Adverbial-CC Modo)
  Dice las cosas [tal y como las piensa]
                                   Nexo               
                                 ____________________________                        
                                  Or.  Sub Adverbial- CC Modo

Las proposiciones subordinadas adverbiales de modo pueden ser sustituidas por el adverbio de modo así. Por ejemplo:

Actúa como creas conveniente – Actúa así

II.II PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES IMPROPIAS (O CIRCUNSTANCIALES NO ADVERBIALES)

Las oraciones adverbiales impropias, también denominadas or. Circunstanciales no adverbiales por no equivaler a un adverbio ni poderse sustituir por una de ellos. Se clasifican en:

• CAUSALES  Las proposiciones subordinadas adverbiales causales aportan (como su propio nombre indica) significados de causa, motivo o razón. Este tipo de proposiciones subordinadas desempeña la función de complemento circunstancial de causa del verbo al que complementan. De esta manera en la oración… 

El niño lloraba [porque se había caído]
                                   Nexo 
                                 _____________________________
                                 Or. Sub. Adv. imp. – CC Causa

En las oraciones causales hay que distinguir:

- Las que forman parte de una oración compleja, en la que ejercen la función de CC. De causa del verbo principal.

El suelo está mojado porque ha llovido. = El suelo está mojado por eso. (or. Compleja por subordinación adverbial causal).  

- Las que ejercen la función de un CC de causa de la oración principal en un conjunto oracional. (Van separadas por coma. Se conocen como causales de la enunciación porque indican el motivo de lo que el hablante dice).

Como ha llovido, el suelo está mojado. (Conjunto oracional, or. Sub. Adv. Causal de la enunciación – CC causa)

Ha llovido, porque el suelo está mojado. (Conjunto oracional, or. Sub. Adv. Causal de la enunciación – CC causa)


El nexo más utilizado para introducir las subordinadas causales es la conjunción PORQUE, pero también se emplean otras conjunciones y locuciones conjuntivas como: PUES, COMO, QUE, PUESTO QUE, YA QUE, A CAUSA DE QUE, EN VISTA DE QUE.


[Como ya he acabado], me voy a dar un paseo.
  Nexo
___________________
Or. Sub. Adverbial. CC causa

Abrígate más, [que hace frío]
                       Nexo
                              ___________________
                               Or. Sub. Adv. Imp. CC Causa


• FINALES  Las proposiciones subordinadas adverbiales finales desempeñan la función de complemento circunstancial de finalidad del verbo al que complementan y expresan el fin o la intención que persigue lo expresado por el verbo.

El niño lloraba [para que su madre le hiciera caso]
                        Nexo
                                __________________________________________
                                 Or. Sub. Adverbial. CC Finalidad
El nexo más frecuente para introducir las subordinadas adverbiales finales es la locución conjuntiva PARA QUE, sin embargo, también se utilizan otros como la conjunción QUE y las locuciones conjuntivas A QUE, A FIN DE QUE y CON VISTAS A QUE.

 He venido [para que  me expliques una cosa]
                           Nexo
                        _________________________________________
                                   Or. Sub. Adverbial imp. – CC Finalidad


Está haciendo un curso [con vistas a que lo asciendan en el trabajo]
                                        Nexo
                                   _______________________________________
                                      Or. Sub. Adverbial imp. – CC finalidad

Al igual que las causales, si van separadas por coma, ejercen la función de complemento circunstancial de finalidad de la oración principal en un conjunto oracional. Se conocen como finales de la enunciación.

He aprobado, para que te enteres. (He aprobado, (te lo digo) para que te enteres).


  • CONCESIVAS.  Las proposiciones subordinadas adverbiales concesivas desempeñan la función de complemento circunstancial del verbo al que complementan y expresan un hecho que, aunque se opone a lo expresado por el verbo, no impide que se cumpla. Por ejemplo, en la siguiente oración… 

[Aunque  no tengo hambre], cenaré algo.
  Nexo
________________________________
Or. Sub. Adv. Imp. Concesiva - CC


la subordinada adverbial concesiva aunque no tengo hambre realiza la función sintáctica de complemento circunstancial del verbo cenaré y expresa algo que se opone al hecho de cenar, pero no lo impide.

Además de AUNQUE, se utilizan como nexos introductorios de las subordinadas concesivas las locuciones A PESAR DE QUE, SI BIEN, AUN CUANDO, PESE A QUE.        

Todavía hace mucho frío, [si bien ha salido el sol]
                                                           nexo
                                                       ____________________________
                                                        Or. Sub. Adver. Imp. Concesiva – CC

 • CONSECUTIVAS.  Se da el nombre de subordinadas consecutivas a aquellas proposiciones que guardan con la principal una relación de causa – efecto; es decir, la subordinada expresa la consecuencia (efecto) de lo expresado por el verbo principal (causa) dentro de una oración compleja. Existen dos grupos o clases de consecutivas:    

    - No intensivas o ilativas:  Indican una mera deducción de lo manifestado por el verbo principal.

Tengo sueño, [así que me voy a la cama]    (Ilativa)
                      Nexo
                               _________________________________
                                        Or. Sub. Adv. Consecutiva imp. - CC
           
    - Intensivas: En ellas, la consecuencia se deriva directamente de la intensidad de cuantificador de la proposición principal.

Tengo tanto sueño [que dormiría durante cuatro días seguidos].
              Intensif.                Nexo
                                        _____________________________________________________
                                          Or. Sub. Adverbial. Consecutiva imp. intensiva – CC del intensif.

Los nexos de las subordinadas consecutivas no intensivas más frecuentes son PUES, CONQUE, LUEGO, y las locuciones conjuntivas ASÍ QUE, POR TANTO, ASÍ PUES, DE MODO (MANERA, FORMA) QUE, etc…

Pienso, [luego existo].
                   Nexo
                 _________________
                  Or. Sub. Adv. Consecutiva ilativa – CC


El nexo que encabeza las proposiciones subordinadas intensivas es QUE, pero está relacionado con un intensificador que debe aparecer con anterioridad (en algunos casos el intensificador puede estar omitido).  Los intensificadores más habituales son TANTO (- A, -OS, -AS), TAL (-ES), TAN, DE TAL MODO, DE TAL MANERA.

Don Quijote leía tantas novelas de caballerías [que se volvió loco].
                       Intensificador                                               nexo
                                                                                                 ________________________
                                                                                        O.S. Adv. Consecutiva intensiva CC


Tengo tal calor [que me voy a deshidratar].         
         Intensif.           Nexo
                                _________________________________
                                 Or. Su. Adv. Consecutiva intensiva CC

Sirvió la sopa tan caliente [que abrasaba].
                   Intensif.                  Nexo
                                                        __________________
                                                        Or. Sub. Adv consecutiva-CC

• COMPARATIVAS.  Las oraciones comparativas son las que establecen la comparación entre dos términos. Son oraciones subordinadas que desempeñan la función de complemento del adverbio o del cuantificador dentro de la oración compleja. Van introducidas por la conjunción que (correlativa a los adverbios más o menos) o por la conjunción como (correlativa de tan o tanto).

Eso es tan grande como yo me imaginaba.
               Intensf.            Nexo
                                     _____________________________
                                     Or. Sub. Adv. Imp. Comparativa – CC

Este café es mejor de lo que me esperaba.
                           Intens       nexo
                                        _____________________________
                                         Or. Sub. Adv. Imp. Comparativa – CC

Me gusta tanto como comer con los dedos.
                    Intensf.   Nexo
                                _________________________________
                                Or. Sub. Adv. Imp. Comparativa – CC

• CONDICIONALES.  Las oraciones subordinadas adverbiales condicionales realizan la función de complemento circunstancial  del verbo al que complementan en un conjunto oracional y expresan una condición que ha de cumplirse para que pueda cumplirse lo designado por él.

Una oración condicional mínima está formada por la prótasis y su apódosis. La prótasis introduce el supuesto, la hipótesis, cuya conjunción más frecuente en español es si, mientras que la apódosis indica la consecuencia o el resultado de lo expresado por la condición.

Iremos a la playa    si no llueve.
O. ppal. (apódosis)              O. sub. (prótasis) CC

La conjunción SI es el nexo más utilizado para introducir las proposiciones subordinadas adverbiales condicionales; sin embargo, también se suele utilizar COMO y las locuciones conjuntivas A CONDICIÓN DE QUE, y SIEMPRE Y CUANDO.

[ Como  no se aleje la tormenta], no podremos salir.
   nexo
______________________________________
Or. Sub. Adv. Imp. Condicional – CC


Es importante no confundir la conjunción condicional SI con la conjunción Si que introduce las subordinadas sustantivas interrogativas totales. Para ello hay que tener en cuenta que la subordinada condicional no realiza nunca una función propia de un sustantivo, sino la de complemento circunstancial, por lo que nunca puede ser sustituida por un pronombre, sustitución que sí admite la subordinada sustantiva. Dime si vas a venir. (Dime eso)

    

II. III. PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADVERBIALES DE GERUNDIO 

El infinitivo, el gerundio y el participio son formas verbales no personales que realizan funciones similares a las del sustantivo, adverbio y adjetivo respectivamente. De la misma manera que existen proposiciones subordinadas sustantivas de infinitivo, también tenemos proposiciones subordinadas adverbiales de gerundio. Al igual que las subordinadas adverbiales, las subordinadas de gerundio desempeñan la función de complemento circunstancial del verbo, y los valores semánticos (de significado) que expresan pueden ser de diversos tipos: 

• De tiempo. [Subiendo por la carretera] encontré las llaves
• De modo.   No comas [haciendo esos ruidos]
• Causal.  [Conociendo su carácter] no quise decirle nada
• Condicional.  [Portándote de esta manera] no conseguirás nada
• Concesivo.  [Aún sintiéndose mal] acudió al trabajo 

Como puede observarse, las subordinadas de gerundio no llevan nexo que las introduzca y tampoco llevan sujeto. Pueden considerarse variantes de las subordinadas adverbiales con verbo en forma personal y su análisis sintáctico es idéntico.